Estaciones

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El movimiento de rotación de la Tierra parecería de poca trascendencia si no fuera, como en realidad es, la verdadera causa de las llamadas estaciones, a las cuales se debe un aspecto tan diverso del paisaje terrestre en invierno y en pleno verano. Desde nuestra infancia sabemos todos que las estaciones tienen estrecha relación con los rayos solares, con la duración del día y la inclinación del eje de la Tierra. Pero es frecuente pensar que también interviene la mayor o menor proximidad al Sol. No hay tal. El curso anual de la Tierra y los efectos de iluminación (¡efectos no sólo de luz, sino de calor!), debido a la inclinación de 66º 33' que el eje de rotación de la Tierra tiene respecto del plano de la eclíptica, puesto que ésta forma un ángulo de 23º 27' con el ecuador.

En verano el hemisferio boreal terrestre queda de tal modo iluminado, que toda la región polar permanece constantemente bajo el influjo de los rayos solares, mientras que las regiones simétricas cercanas al polo Sur permanecen en la sombra. Se comprende que en verano se reciba más radiación del Sol por centímetro cuadrado que en invierno. Es de notar que la permanencia del Sol sobre el horizonte en la región polar por espacio de 6 meses en verano, acumula allí, durante este tiempo, mayor cantidad de calor que en la misma región ecuatorial. Que los efectos de esta radiación, sean, sin embargo, menos aparentes, es debido al ambiente creado por las nieves polares amontonadas en moles gigantescas en pasados inviernos. Una consecuencia de la diferente distribución de la luz solar en las distintas regiones terrestres durante el curso del año, es que durante el día, es decir, en las horas de Sol de aquellas regiones, existan mayores diferencias respecto del crepúsculo. En el ecuador, todo el año, el número de horas de Sol y de ausencia de este astro sobre el horizonte es sensiblemente el mismo. En las regiones polares, un día tiene, en verano, 6 meses de duración; en invierno no llega a salir el Sol durante un tiempo casi igual (algo menor, por efecto de la refracción atmosférica ya sale el Sol antes de encontrarse geométricamente sobre la recta que une el ojo del observador con el horizonte). Es sabido que las estaciones comienzan en días fijos, esto es, la primavera el 21 de marzo, el verano el 22 de junio, el otoño el 23 de septiembre, y el invierno el 22 de diciembre.

Para cada estación climatológica existe la siguiente correspondencia de duración entre los dos hemisferios terrestres

Estación Hemisferio Norte Hemisferio Sur
Primavera 92,9 días 89,7 días
Verano 93,6 días 89,0 días
Otoño 89,7 días 92,9 días
Invierno 89,0 días 93,6 días

Es digno de notarse que en el hemisferio Norte las dos estaciones, primavera y verano, duran juntas 186 1/2 días, mientras que en el hemisferio Sur estas mismas estaciones tienen en la actualidad una duración sólo de 178,7 días, esto es, duran una semana menos. ¿A qué se debe esta diferencia? Dicha diferencia se debe sencillamente a la excentricidad de la órbita de la Tierra. Da la coincidencia de que el invierno en el hemisferio norte y parte de otoño transcurren en el sector de la órbita de la Tierra por el que nuestro planeta viaja más de prisa. Por esta causa, la línea de los equinoccios, al dividir la órbita en dos segmentos desiguales, deja las estaciones invernales de nuestro hemisferio más cortas en días. Sin embargo, como la línea de los ápsides, que une el perihelio con el afelio, gira lentamente casi como la de los equinoccios, dentro de 10.500 años este movimiento habrá invertido la duración de las estaciones en cada uno de los hemisferios terrestres, o sea, que la duración actual del verano en un hemisferio será entonces el tiempo de duración de su estación invernal, y los mismos días que ahora tiene su primavera los tendrá entonces el otoño correspondiente. Por otra parte, sucederá también que la excentricidad de la órbita habrá disminuido. Ello podrá influir en que en el hemisferio Norte los veranos sean entonces menos rigurosos.